viernes, 5 de junio de 2009

ACTO I

Saloncito íntimo en la casa del brigadier… Una gran puerta al foro… En el fondo, jardín y balaustrada… Candelabros y velas. Un piano cubierto con un mantón, recogido en los extremos con dos lazos… Cuadros y detalles… Sillones y sillas, maceteros con plantas artificiales… Todos los candelabros encendidos. En las puertas, amplios y pesados cortinajes sujetos con lazos a los lados… Son las diez de la noche de un espléndido día de junio.

Telón americana en mitad del escenario, bellísimo trampantojo de una pared frontal en un salón de un palacete de la Castellana, hoy ya destruido. Varias puertas con ricos y pesados cortinajes.

Lujosas escayolas y cornisas serpentean caprichosamente por la pared. Mucha simetría.



Grandes espejos empotrados donde se reflejan mágicas arañas de la Granja.
Un piano de cola. Atmósfera muy densa, recargada, asfixiante producida por infinidad de velas y candilejas con su llama tintineante y con su humo.



Colores dorados y miles de irisaciones verdosas, amarillentas, anaranjadas.
Ambiente decadente y enfermo. Se hace inevitable volver la mirada al Greco. La enorme pared se abre en el centro como una gran cortina produciendo una ola de fruncidos. Pared fruncida. La abertura de la gran cortina nos permite ver un hermoso techo abovedado. Cielo pintado imperial, épico, de un tiempo lejano.



Y en el cielo ángeles y Angelinas jugando caprichosos a bailar y observando atónitos lo que a los pobres humanos les sucede.



El conjunto es bello, mágico y confuso. Muy lejano en la memoria. Quizá tiene algo operístico y parisino, quién sabe. Eso sí, muy femenino sin llegar a ser excesivamente cursi.


"El tango del Arcángel" de Kees Van Dongen

Las sombras de los invitados que bailan en el salón contiguo se proyectan en la pared, tienen vida propia.


A veces son juguetonas, hasta infantiles, otras acechantes, misteriosas. Sombras expresionistas. Dan miedo e intimidan casi como fantasmas.

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