viernes, 5 de junio de 2009

ACTO II Cuadro tercero

Jardín a todo foro, que se supone ser el cementerio de la Almudena… senderos bordeados de cipreses… Ocupando el foro se alza la tapia que cierra el cementerio… Al pie del muro se alzan dos bancos de piedra gris. Ha amanecido del todo y al final del cuadro brilla un sol espléndido.

Ocupando todo el foro se alza la tapia del cementerio, es blanca de cal y está arañada, está pálida sin color como las viejas películas en blanco y negro.


Con cierto tinte expresionista, para poder jugar las entradas al camposanto, la tapia, como si fuera una estrella arrevistada la mueven, o sea la suben y la bajan los maquinistas, bueno la maquinaria.


A derecha e izquierda del escenario en grandes patas en fila india hacen su aparición los cipreses. Ellos siempre marcando límites, guiándonos a la tierra prometida. Como ya dije antes, algo les pasa a estos cipreses. Me da que se han identificado demasiado con el drama, pero esto es una sorpresa. Y es que ése que habita en mí, esto leerlo en sotto voce, no me deja contarlo.




Solemnidad e ironía en este retablo de los ultrajes, alguien lo llamará cachondeo y es que ya nada es como era antes, las tapias no son tapias, los cipreses tampoco y qué me dicen de los cielos ¿dónde han ido a para aquellos cielos borrascosos que acompañaban a los héroes románticos?


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